jueves, 13 de agosto de 2009

Jesús

Cuando vi a Dátolo tirándose arriba del Diego lo primero que me generó fue risa. ¿Quién no abrazaría al Diego luego de hacer su primer gol en la Selección? Me pareció muy sincero. Al rato, cuando las repeticiones en las que se veía un cuerpo sobre el otro, por cierto, qué gordo que está Diego, me empezó a dar un poco de vergüenza ajena. Sobre todo, por lo que podrían pensar otros compañeros de Dátolo. Fue un gesto 100% chupa medias con el técnico, por más de que el DT sea el Diego. No me acuerdo quién lo dijo, pero los goles se festejan con los compañeros y no con los técnicos. Algo de razón le doy a esa frase, salvo en casos excepcionales, como esos que vuelven de largas lesiones.



Pensé un poco más sobre Dátolo, su gol y su festejo, y llegué a la conclusión de que hizo lo que muchos otros no supieron hacer: aprovechar al máximo sus pocos minutos en cancha. En los últimos años nos acostumbramos a ver a la Selección en muchos partidos amistosos completamente intrascendentes. Esas ocasiones, planificadas para sumar euros a las arcas de Don Julio, suelen servir para probar a los jugadores que todavía no se consagraron en Europa pero que les está yendo muy bien. Como ejemplos, podemos poner a Bernardi, a Lucho González, a Lavezzi, Monzón, Pareja, Zabaleta, qué se yo, montones.

El ejemplo más claro quizás sea Lucho González, que nunca demostró en la Selección todo lo que dio en el Porto, con el que salió campeón varias veces. Entraba a la Selección con poca convicción, tímido, sin ansias de protagonismo. Todo lo contrario hizo ayer Dátolo en el rato que estuvo en la cancha: pateó al arco, gambeteó, retuvo la pelota cuando faltaba poco para el final, se mostró activo y con ganas. Con eso, y con un abrazo un poco tribunero, le alcanzó para seguir peleando un lugar.

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